domingo, 8 de diciembre de 2013

Los Molinos mas altos del mundo.

En este pueblito a medio camino entre La Haya y Róterdam hay casi más barcos que casas. Bien. Su casco antiguo tiene todo lo que se le puede pedir a un topicazo holandés: molinos, sobriedad, canalillos (pequeños canales, ojo) y terrazas elegante. Mejor. Pero, sobre todo, este es el sagradísimo lugar donde se inventó la ginebra. ¡Muchísimo más que mejor!


A Schiedam se llega en metro, como lo hacen la mayoría de los trabajadores que van y vienen desde Róterdam y La Haya hasta esta pequeña ciudad dormitorio. Ni rastro de la promesa de un pueblo típico holandés a apenas un cuarto de hora de estas urbes. Sin embargo, el cambio es rápido. Siguiendo los raíles del tranvía se deja atrás el frío gris del aluminio de la estación para, de repente, toparse con un molino desproporcionado. Una especie de rascacielos de ladrillo que manda sobre toda la ciudad. Ahí está, tan fotogénico y mandón, tan desafiante como imponente. Ni el Don Quijote más delirante se atrevería a ponerse chulo ante este verdadero gigante.
Tal y como se va avanzando hacia el corazón de la vieja Schiedam aparecen más y más aspas en el horizonte. En un día de tripi parecerían una legión de titanes a punto de acabar con el planeta, pero en un día tranquilo solo están ahí para dejar claro que en su día Schiedam era una ciudad próspera, independiente y jugosa. Eso no quita que a un urbanita de pro las aspas moviéndose a gran velocidad le impongan un poco de respeto. ¿Se caerán? Bueno, si lo hacen, solo salpicarían con el agua pausada de los canales tranquilotes de su vera. En cuanto se investiga un poco se da con la verdadera gracia de estos colosos: son los molinos de viento más altos del mundo. De ahí que impongan tanto.
Pero hemos venido aquí a buscar la ginebra, a peregrinar hasta su particular portal de Belén. Para darle cierta cohesión a las primeras impresiones de Schiedam y encontrar el por qué la primera industria de alcoholes destilados se situó en este puerto se encuentra el museo de la Jenever. Este edificio de aspecto antiguo se levanta al borde del viejo canal en cuyas aguas descansan unos cuantos barcos de época. En su interiorrecrea una vieja destilería de época, con sus grandes depósitos de cobre. Un atrezzo realista que recuerda que aquí, a partir del siglo XVIII, se empezó a popularizar y fabricar la ‘jenever’. Vamos, que se hacía verdadero negocio con esta bebida, madre de la ginebra.

La culpa la tuvieron los molinos, los cereales machacados y el alcohol que se obtenía de su destilación. En este proceso, se comenzó a rectificar sus excesos con bayas de enebro y otras hierbas y ¡tachán! así nació la ginebra. Luego ya los ingleses la refinarían y la harían más popular, pero el honor de inventarla corresponde a los holandeses, a su viento, a los molinos y la industria de Schiedam. En la exposición se cuenta su historia y encuentran ciertas salas curiosas como su amplia exposición de mini botellas de ginebra. También se explica un poco cómo la ciudad fue creciendo en torno a las destilerías y cómo éstas se habían levantado pegaditas a los canales más gordos. Y para rematar la información, el museo tamnbién incluye un bar donde dejar la teoría y comenzar con la práctica. Como debería ser siempre

Schiedam ha revitalizado su cara gracias al turismo, al magnetismo de la ginebra y al record molinero que la hace famosa y única en el mundo. Alrededor de sus 6 famosos gigantes se organizan tres canales y un casco histórico muy bien conservado. Poquísimo tráfico, terrazas graciosas, barcos perezosos y puentes levadizos que construyen y concuerdan con la imagen idílica de Holanda. El paseo es obligatorio, sobre todo para decidir que alguna vez en la vida hay que vivir a las orillas de un canal o bien en un barco atracado en sus bordillos. También para dejarse contagiar del otoño y la primavera que desprenden sus árboles alrededor de las rectas calles. Pero también para ir descubriendo qué esconde cada molino e ir visitándoles como el que saluda a su familia cuando llega al pueblo.

Así se descubren cosas como que, por ejemplo, el molino del Norte, conocido por ser el más alto de esta alineación de pívots, alberga en su interior un restaurante que ofrece la experiencia única de cenar en la panza de este titán. Otros como el molino de Nolet son una obra de ingeniería actual. Abierto en 2006, su función es la de toda la vida, aprovechar el viento y así generar electricidad con la que se abastece la destilería Nolet. A sus pies comienza también un recorrido histórico por esta fábrica de ginebras, la más recomendable de Schiedam.

La aventura bajo las aspas continua por el Walvischhogar actual de una panadería y tienda de harinas. Para cerrar el círculo y despedirse en condiciones de Schiedam hay que subir por las escaleras del museo de los molinos, situado en el llamado ‘La nueva palmera’. Al que no le interese mucho la historia y las bondades de los molinos, siempre le quedará salir a su terraza desde donde mirar, ahora si, frente a frente al resto de los gigantes y perderles un poquito el respeto. Y, si se puede y se ha pasado una petaquita de soslayo, brindar con ginebra desde el cielo de la ciudad.


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